Descubre las consecuencias de cenar tarde y no dormir en la noche
Estamos acostumbrados a escuchar los beneficios de madrugar o de tener una rutina específica de sueño o de comidas. Pero, ¿se aplican estas ventajas a todos por igual? Uno de los factores que intervienen es el cronotipo de cada persona. Esto es la predisposición natural de experimentar picos de energía o momentos de descanso según la hora del día. Es distinto en cada persona.
Búhos y alondras
Cuando se les da a elegir, hay personas que muestran una preferencia por realizar sus actividades por la mañana. Estas tienden a desayunar y comer o cenar pronto, por lo que presentan un cronotipo matutino. En lenguaje coloquial se les llama también alondras.
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Por otro lado, otros individuos prefieren realizar sus actividades por la tarde o noche. Estos individuos presentan un cronotipo nocturno y se les denomina “vespertinos o nocturnos”. En lenguaje coloquial serían búhos.
Con motivo del Día Mundial de la Obesidad, repasamos una batería de siete artículos publicados durante el año 2020 por nuestro grupo de investigación de la Universidad de Murcia. Estos muestran que tener un cronotipo nocturno y cenar tarde, engorda, dificulta la pérdida de peso y aumenta los factores de inflamación y de riesgo cardiovascular.
Cronotipo nocturno y aumento de triglicéridos
La sociedad actual es eminentemente matutina, ya que la mayoría de las actividades laborales, los colegios, empiezan por la mañana. Por eso, ser de cronotipo nocturno puede ser un inconveniente. Estas personas de tipo búho, que generalmente prefieren realizar sus actividades por la tarde o noche, suelen estar menos integradas en los horarios que marca la sociedad que los de tipo alondra o matutinos.
Así, el estudio que llevamos a cabo en la Universidad de Murcia (España), junto con la Universidad Autónoma de Querétaro (México), mostró que, en adultos jóvenes, los cronotipos nocturnos tienen un mayor riesgo cardiometabólico y más alteraciones lipídicas en comparación con los cronotipos matutinos. La investigación se realizó en 2.223 jóvenes de 18 a 29 años de edad que procedían de dos poblaciones independientes: 525 sujetos de España y 1.698 sujetos de México.
Los jóvenes tipo búho presentaban un aumento de triglicéridos en sangre, tanto en España como en México. Además, entre la población mexicana, los cronotipos vespertinos mostraron mayor obesidad y un mayor riesgo de presentar síndrome metabólico. Este se caracteriza por tener un mayor perímetro de cintura, disminución de las concentraciones de colesterol unido a las lipoproteínas de alta densidad (cHDL), elevación de las concentraciones de triglicéridos y aumento de la presión arterial e hiperglucemia.
Por otra parte, cuando analizamos los hábitos alimentarios de estos chicos, los cronotipos nocturnos mostraron una forma de alimentación menos saludable que los cronotipos matutinos. En los jóvenes españoles se observó un menor consumo de carbohidratos complejos y mayor ingesta de grasas, mientras que en los mexicanos se apreció menor consumo de fibra.
Un estudio anterior, realizado también por nuestro grupo, mostró que ser de cronotipo nocturno o diurno estaba condicionado por nuestros genes, es decir, que se nace alondra o búho. Sin embargo, el riesgo metabólico asociado nos lo ponemos nosotros, es decir, deriva de nuestros hábitos de vida, que suelen ser peores entre los cronotipos nocturnos que en los diurnos.
Niños búho
En niños de edad escolar de 8 a 12 años de edad, el cronotipo nocturno también se asociaba con alteraciones metabólicas, tal y como sucedía en jóvenes. Nuestros resultados mostraron, de nuevo, que, en comparación con los niños matutinos, los nocturnos tenían más sobrepeso.
Además, tal y como sucedía en los jóvenes adultos, los niños “tipo búho” presentaron un mayor riesgo metabólico que los “tipo alondra”. Pero todo no era negativo para estos niños nocturnos, ya que tendían a ser más creativos y mostraban mayores habilidades para el arte, lo cual quedó reflejado en sus calificaciones.
Los distintos marcadores de salud circadiana, es decir, los ritmos diarios de temperatura, actividad y posición también eran peores en los niños nocturnos, ya que presentaron menor amplitud, un indicador de peor salud circadiana.
Además, los hábitos de vida eran también diferentes, pues los niños de cronotipo vespertino presentaron mayor actividad física por la noche, retraso en el sueño y un punto medio de ingesta más tardío que los niños matutinos.
Agencia