El chico que fue asesinado por tres compañeros: copiaron escenas de Tarantino y patearon penales con su cabeza
En 1999, Michael Moss, un chico de 15 años, fue llevado por otros tres chicos de su edad mediante un engaño hasta una cancha de fútbol que había en un parque municipal de Liverpool. Allí, en pocos minutos lo desnudaron, lo golpearon y luego lo apuñalaron 49 veces. Las torturas duraron dos horas, en la que el joven clamaba por ayuda. Sin embargo, nadie lo escuchó en las calles de la ciudad inglesa.
Tras el hallazgo del cádaver, se dieron a conocer los detalles del horror que vivió el adolescente. La prensa lo denominó como el crimen de Perros de la calle, por la película de Quentin Tarantino. Es que en el tribunal durante el juicio se reveló que los asesinos Mark McKeefrey, Allan Bentley y Graham Neary intentaron cortar una de las orejas de Michael Moss para simular una escena del film.
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Como en una película de Tarantino
Incluso, los criminales cantaron Stuck In The Middle With You mientras recreaban una parte de la película de Tarantino de la década del 90. Sin embargo, en este caso estaban torturando a un cuerpo real. El cuerpo de Michael Moss.
Moss fue engañado para que vaya hasta la cancha de fútbol solitaria en las afueras de Liverpool. La excusa fue mostrarle una moto. Los asesinos sabían de la pasión de Michael por la velocidad. Allí, lo esperaba Bentley el cabecilla del grupo, quien buscaba venganza. Suponía que la víctima estaba saliendo con su ex novia.
“Michael recibió una llamada telefónica alrededor de la una de la mañana. Y lo hicieron ir hasta el campo de deportes alejado del centro de Liverpool con la historia falsa de que tenían una moto y querían mostrársela”, relató el periodista Luke Traynor en un documental que la TV británica hizo sobre el caso. Entusiasmado, Michael mordió el anzuelo y se dirigió hacia su propia muerte.
Una caravana de alcohol y muerte
Los tres criminales habían comprado dos botellas de vodka en una licorería que estaba abierta las 24 horas. Para hacerlo tuvieron que mostrar sus identificaciones falsas, porque eran menores de edad. Después de llenarse de alcohol en sangre. Quizás para tomar coraje y cumplir su objetivo. Después de tomarse un par de botellas de vodka entre los tres, vieron la película de Tarantino y pusieron su plan en acción.
Michael fue encontrado en el césped cerca de la escuela primaria Litherland Moss el 13 de noviembre de 1999. Había sufrido más de 100 lesiones distintas en todo su cuerpo.
McKeefrey trató de cortarle la oreja a Michael con una botella de vodka rota mientras cantaba una canción de la banda de sonido de Perros de la calle. McKeefrey y Bentley habían sido expulsados de Litherland High y enviados a una escuela especial en el área de Formby antes del asesinato. Tenían antecedentes violentos.
Durante el juicio, antes de la sentencia, se ventilaron detalles terribles de las 2 horas en la que Moss fue torturado.
Mientras Michael gritaba de dolor, los tres chicos tomaron cuchillos y jugaron al tatetí sobre la espalda de su víctima. Hicieron cruces y circunferencias hasta el final del juego. Luego una vez muerto, cortaron la cabeza y patearon penales en uno de los arcos de la cancha de Liverpool.
En una edición del 2020 del programa inglés de TV Britain’s Deadliest Kids, habló el detective que trabajó en la investigación del asesinato. Allí contó detalles horrorosos de lo que encontró cuando llegó a la escena del crimen.
“Tuve que ver la espalda de la víctima toda rasgada. Los asesinos habían jugado al tatetí con sus cuchillos sobre la piel de Michael “, recordó aún conmocionado, pese al paso del tiempo, el detective Fletcher.
“En mis 27 años de policía, no puedo entender por qué alguien saltaría con los dos pies sobre la cabeza de alguien y mucho menos usar el cuerpo para estos tipo de juegos”, agregó el oficial en la TV británica
La policía busca a los asesinos
Tras el descubrimiento del cuerpo de Michael, la policía acordonó toda la zona con cintas amarillas. Llovía en Liverpool y la sangre de Moss se mezclaba con el barro de la cancha de fútbol. Fletcher volvió a ese momento en que tuvo que toparse con el cuerpo destrozado de Michael. Estaba irreconocible. “Apenas podía ver que era un chico. Era todo un gran hematoma de sangre”.
“Me entregaron una foto de quién creíamos que podía ser. Era una imagen que había entregado su mamá. La mujer lo buscaba desde la madrugada en la que se fue de su casa engañado por los asesinos. El chico buscado se llamaba Michael Moss – relató el detective inglés-. Recuerdo como si fuera hoy sostener esa foto justo al lado de la cara y no había forma de que pudieras identificar eso que veía como Michael”.
Entonces empezó la investigación. Las pruebas contra los principales sospechosos (Bentley, McKeefry y Neary) se acumularon rápidamente. Todos coincidían que los tres chicos tenían un odio personal con la víctima. Y que ya habían sido violentos con otros adolescentes del colegio. Pero nunca a los niveles que le iba tocar sufrir a Moss la noche de su muerte.
En poco tiempo, Neary, uno de los asesinos, afligido por la culpa, se entregó después de confesar el asesinato a su mamá. Fue llevado a una sala de interrogatorio y dos detectives le hicieron una y otra vez la misma pregunta. ¿Quiénes eran sus cómplices? Después de varias tazas de cafe y con las muñecas marcadas por las esposas, finalmente el chico señaló a Bentley y McKeefry como sus socios del horror.
Pasión por los motores
Michael había nacido en Liverpool y heredó de su papá el amor por los motores. “No le gustaba mucho estudiar, pero era muy hábil con sus manos. Por ejemplo, desde muy chico podía desarmar una bicicleta y volver a armarla en una misma tarde”, recordó Liz, la mamá del chico asesinado en una entrevista para la TV británica. Entre todas la máquinas, la mayor pasión del chico eran las motos de alta cilindrada. Los asesinos lo sabían y lo usaron para llevarlo engañado hasta el lugar en que lo torturarían hasta la muerte
Tras la muerte temprana de su papá, la conducta de Michael en la escuela había cambiado. Se volvió solitario y violento. Estaba muy afectado por el fallecimiento repentino del hombre. Entonces, los directivos de la escuela le propusieron que asista a una unidad de derivación de alumnos para niños con necesidades educativas especiales. Luego siguieron los problemas y Moss ya era incontrolable para Liz. Las autoridades lo llevaron a vivir a un hogar infantil para darle un descanso a la mujer. En ese sitio frío y desalmado, con celadores violentos, fue que el adolescente conoció a sus futuros asesinos.
El 26 de julio de 2000, un jurado encontró a Alan Bentley y Mark McKeefry culpables por unanimidad del asesinato de Michael Moss, mientras que Graham Neary fue declarado culpable por un veredicto mayoritario.
“McKeefry y Bentley no mostraron ninguna emoción, lo que probablemente encaja con lo que hemos oído sobre su forma de pensar y cómo eran”, sostuvo Traynor, el periodista que investigó el crimen en la TV británica.
Antes, durante el juicio, el juez no usó pelucas ni togas. Y los acusados, que estuvieron con familiares o agentes de libertad condicional durante todo el proceso, se sentaron detrás de sus abogados y entraron al banquillo elevado solo para escuchar los veredictos. Se hicieron arreglos especiales porque los 3 acusados eran menores.
En el proceso el jurado había escuchado cómo Bentley estaba celoso de que Michael Moss había comenzado a salir con su ex novia y le decía: “Diganle a Mossy que cuando lo vea lo voy a matar. Le voy a patear la cabeza por todos lados”. Y cumplió con su amenaza.
en otro momento, en un intento de defensa, los tres casi con las mismas palabras, culparaon a la víctima. Dijeron que Michael les había pedido que lo atacaran para poder reclamar una compensación posterior al hogar por no haberlo cuidado. Iba a compartir parte de la indemnización con ellos y con el resto se iba a comprar la oto de sus sueños.
En 2006, Graham Neary solicitó la libertad condicional. Cuando se le pidió que proporcionara una declaración de impacto en la víctima en la audiencia de libertad condicional de Neary, Liz, la mamá de Michael, se encontró cara a cara con uno de los asesinos de su hijo por primera vez. “Solo dije ‘no podés mirarme, todavía a los ojos, no podés mirarme, ¿verdad?”’. Neary bajó la cabeza y se agarró fuerte del respaldo de la silla para no caerse. El juez le denegó el pedido y sigue preso hasta la actualidad. Como un pequeño acto de justicia ante el horror que había sufrido el joven Moss en 1999.
La patilla