Política

Oposición necesita resolver «desconexión» de lo político y lo social en Venezuela

Mientras la crisis avanza desde sus diversas facetas, humanitaria, sanitaria, social, económica o política, sin posibilidades de solución a la vista, se corre el inmenso riesgo de que la situación se haga parte de la rutina.

En la medida en que se diluyen las expectativas de cambio en el país, aumenta el peligro de que la crisis pase de ser algo extraordinario e inaceptable a convertirse en la nueva normalidad, como ha sucedido en autocracias como la de Cuba, Rusia, Irán, Egipto, Sudán, Zimbabue, entre muchos otros.

Crisis superada

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“Es notoria la desinformación sobre el estatus real de la pandemia en el país, sobre todo entre los sectores más pobres, que son los que menos acceso tienen a fuentes alternativas de información.

La intención del gobierno, como lo demuestran las condiciones de mayor flexibilización de esta semana es que se perciba que la crisis del covid-19 es una etapa superada, y que la peor parte quedó atrás, en la medida que nos aproximamos a la elección del 6 de diciembre”, señaló Benigno Alarcón, director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad Católica Andrés Bello.

“Progresivamente, se corre el peligro de que la crisis pasará de ser algo extraordinario e inaceptable, a convertirse en la nueva normalidad en la que el país estará atrapado por la fuerza de los hechos”, agregó.

“Más que una coyuntura accidental, esta ‘normalización de la crisis’ supone un riesgo doble. Internamente, porque una parte de la población pudiera llegar a adaptarse para sobrevivir a esta realidad convirtiéndose en parte del sistema, independientemente de su aceptación.

Y externamente, porque la comunidad internacional, va modificando sus prioridades con los cambios en sus gobiernos y los asuntos urgentes que van emergiendo, dejando atrás aquellos otros temas en los que la relación costo/beneficio pareciera ser menos gratificante. Y he allí el riesgo de que menos actores internacinales estén dispuestos a apostar su reputación en la causa democrática de Venezuela que hoy luce con bajas probabilidades de éxito en el corto plazo”, advirtió.

Errores de la oposición

Alarcón explicó que dos factores contribuyen a esta percepción de normalización, que se gesta en medio del agravamiento creciente de la crisis: un control férreo sobre la información y los medios de comunicación y, por lo tanto, también sobre las narrativas que se generan, “pero también cuentan los innegables errores de la oposición, la ineficacia de su aparato comunicacional, y la contribución que a la destrucción de todo liderazgo democrático, hacen quienes viven magnificando sus errores, ignorando sus logros, repitiendo una y otra vez que nosotros no podemos, socavando toda esperanza por un cambio político, y desmovilizando con ello a toda la sociedad”.

Subrayó que, en ese contexto, del lado opositor, la abstención se posiciona como la tendencia dominante frente a las próximas elecciones parlamentarias, sobre todo, después de la decisión de Henrique Capriles, único líder con credibilidad que había decidido participar, de retirar su partido y sus postulaciones ante la negativa del gobierno a considerar la postergación del proceso, pese a los intentos de Josep Borrell y la misión europea que visitó Caracas recientemente. “Este escenario amenaza con volver irrelevante todo lo que ha sido por años el liderazgo opositor”, alertó.

¿Consulta como solución?

Alarcón señaló que la oposición hace un último intento de activación ciudadana a través de la organización de una consulta, para lo cual formalizó la semana pasada el nombramiento y juramentación, en la Asamblea Nacional, de los miembros del Comité Organizador de la Consulta Popular.

“Independientemente de los innegables méritos de quienes conforman ese comité, a las dificultades actuales la consulta se suma el peso del antecedente que representa la desprestigiada consulta de julio de 2017”, explicó.

Indicó que, siendo esta una consulta que busca superar en legitimidad a la cuestionada elección del 6 de diciembre, enfrenta varios retos mayores.

“El primero es superar la participación de la elección del 6 de diciembre, que en caso de haber una abstención de 70%, implicaría un piso de seis millones de votos”, dijo.

“La principal debilidad realmente está en el progresivo distanciamiento y divorcio entre el liderazgo político y la sociedad, que se ha agravado en la medida que se insiste en alimentar expectativas superadas que han perdido toda credibilidad, como las expresadas por la doctora Blanca Mármol de León al afirmar que ‘dependiendo de los resultados de la consulta popular, quedará o no legitimada la intervención internacional’, y que solo contribuirán a aumentar esa distancia, como sucedió en la consulta de 2017”, advirtió.

¿Se podrá resolver la desconexión?

La desconexión entre lo político y lo social no puede resolverse colocando frente a la consulta a personas prestigiosas de la sociedad civil, lo que ayuda, pero no es suficiente, manifestó: “Tampoco puede solventarse aumentando el número de videoconferencias que solo generan la impresión de que estamos ante una oposición y un gobierno interino en el exilio ocupado principalmente en temas burocráticos que la mayoría de la gente no comprende y están muy alejados de sus problemas del día a día”.

La gente, hoy en día, afirmó Alarcón, lo que necesita y reclama es una oposición que la interprete y la represente, como bien acaba de indicar la Conferencia Episcopal en su última declaración.

“La consulta tiene bajas probabilidades de éxito, por lo que la oposición debe medir adecuadamente sus capacidades y considerar sus múltiples obstáculos, entre ellos la ausencia de expectativas que podrían traducirse en una abstención muy importante y una derrota adicional difícil de superar, al menos por el liderazgo actual.

La movilización de las bases sociales para producir un cambio no es posible si los actores políticos no vuelven a hacer resonancia con la sociedad que pretender liderar”, subrayó.

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