¿Qué es un síncope y cómo debemos actuar?
El síncope es una situación muy frecuente. Consiste en la pérdida transitoria de la conciencia y del tono postural. Es decir, es una pérdida temporal del conocimiento. Su causa es una disminución del flujo sanguíneo que irriga el cerebro.
Muchas personas utilizan el término desmayo en lugar de síncope. El hecho de que pueda haber una disminución del flujo sanguíneo cerebral puede deberse a múltiples motivos. Por eso se distinguen diferentes tipos en función de su etiología.
Síntomas generales de un síncope
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El síncope, como hemos visto en la introducción, se define como la pérdida transitoria de conocimiento y del tono postural. Según explica un estudio publicado en Frontiers in Physiology es un problema muy frecuente. Tanto es así, que su incidencia se estima entre un 15 y un 39 % de la población general.
Además, puede afectar a personas de cualquier edad y sexo. Sin embargo, sí es cierto que a medida que se envejece aumenta su incidencia. A partir de los 70 años de edad este problema se hace más usual.
El desmayo se suele acompañar de una serie de síntomas muy característicos. Según afirma el Manual MSD, el presíncope se caracteriza por la percepción de mareo y de desmayo inminente. No obstante, no se produce la pérdida real de la conciencia todavía.
Una persona que sufre un síncope sí que la pierde. La piel suele estar fría y húmeda. El pulso se debilita y la respiración se vuelve muy superficial. Justo antes de perder la conciencia es usual que haya aturdimiento, visión borrosa, dolor de cabeza y debilidad.
En algunos casos es posible que aparezcan movimientos musculares involuntarios. Pueden parecer convulsiones, aunque no lo son. Este es uno de los diagnósticos diferenciales más relevantes a realizar.
Cómo actuar ante los distintos tipos de síncope
Antes vimos que el síncope se caracterizaba por una serie de síntomas y que algunos de ellos actúan como un aviso de lo que va a suceder. Es importante saber actuar para prevenir posibles complicaciones relacionadas con las caídas o los golpes al perder el conocimiento.
Ante un síncope propio
Cuando aparece la sensación de debilidad o de desmayo inminente es fundamental buscar un lugar donde sentarse o acostarse. Lo ideal es tumbarse con las piernas levantadas para ayudar a que la sangre descienda con el impulso de la gravedad hacia el cerebro.
Así, además, se reduce el riesgo de caer si finalmente aparece el desmayo. Cuando se pierde el tono postural y se cae es posible golpearse la cabeza contra cualquier objeto o el propio suelo.
Es importante permanecer acostado o sentado hasta que desaparezca la sensación de mareo. Del mismo modo, cuando llegue el momento de levantarse hay que hacerlo de forma lenta y progresiva.
Ayudar a otros
Si vemos a alguien mareado o que se desmaya, hay que intentar ayudarle. Lo primero es comprobar si se ha golpeado y si respira. Es importante recordar que la dinámica pulmonar suele ser más débil y superficial, pero debe sentirse.
En cualquier caso, también es esencial pedir ayuda. Sobre todo si esa persona no recupera el conocimiento o tiene alguna lesión.
Algunos síncopes pueden prevenirse
Muchas veces los síncopes se producen ante ciertos desencadenantes que se pueden identificar de forma sencilla. Por ejemplo, es usual que aparezcan cuando hay bajadas de azúcar o deshidratación.
Por eso, una forma sencilla de evitar el desmayo es comer varias veces al día, aunque sea en menores cantidades. Del mismo modo, hay que beber suficiente agua. Evitar el alcohol y otras drogas, como la marihuana, también reducen el riesgo.
Cada vez que haya que levantarse se recomienda hacerlo de forma lenta y progresiva. Más aún si se ha estado acostado durante mucho tiempo. No obstante, si los desmayos aparecen con frecuencia hay que consultar con un médico.
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