Relato: Lo que queda de los periodistas
Ansiedad, estrés intenso y hasta pensamientos suicidas, son algunas de las consecuencias, para los periodistas, que dejaron la pandemia, el hostigamiento y las limitaciones de los servicios públicos en Venezuela
Se levanta muy temprano. Ya a las 5:00 am está despierta. Atiende a su niña, de siete años, la prepara para la escuela, le da el desayuno, la viste y la despacha. El olor del café recién preparado y de los huevos revueltos dan fe de que el día comienza. A las 7:00 am se sienta a trabajar. Apenas el sol despunta. La mañana es bastante fresca. Después del mediodía es que comienza el calor.
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Erika Hernández es periodista. Madre soltera, tiene 30 años de edad. Vive en Araira, una población del municipio Zamora, al este del estado Miranda, de unos 25.000 habitantes. Dista de Caracas, 25 kilómetros. Los servicios públicos son un caos. Sus pobladores pasan largas horas, y hasta días, sin electricidad y el Internet es caótico, lo que hace que el trabajo se haga cuesta arriba. Algo no muy lejano de lo que viven muchos venezolanos. Sus habitantes son, en su gran mayoría, agricultores, sembradores de cacao, caña de azúcar, tubérculos, frutas y mandarinas. El chisme no es ajeno a la cotidianidad: pueblo chiquito, infierno grande, dicen.
Erika tuvo que reinventarse. La pandemia la obligó. Para su familia fue difícil tener que verse las caras a toda hora, todos los días. Tampoco fue fácil trabajar. Ella no estaba preparada para integrar lo laboral en su vida cotidiana.
—Yo soy mamá, tengo una niña de siete años que, para el momento en que inició la pandemia, estaba más pequeña y no entendía que necesitaba un espacio para trabajar y concentrarme —dice.
—Gracias a Dios poco a poco me he ido adaptando a trabajar desde casa, aunque aún no me acostumbro, no me resulta cómodo —agrega.
Ser periodista puede llevarte al límite. Estar pendiente de las noticias, de los mensajes telefónicos o las llamadas, estar atento a las asignaciones. Serlo en Venezuela es un hándicap que puede hacer que la profesión no solo sea estresante sino abrumadora.
—Ser periodista en Venezuela es complicado, es una profesión difícil de sobrellevar, hasta por el mismo tema de los servicios públicos, que te impide cumplir con tu trabajo —dice—. Si a eso le sumamos que es una profesión que es criminalizada por el gobierno, eso hace que sea más difícil. Tienes que tener mucho cuidado con lo que dices, con lo que publicas, temas que tratas, pie de plomo con todo.
El Colegio Nacional de Periodistas, seccional Caracas, documentó 86 agresiones a la prensa entre enero y junio de 2022. El Instituto Prensa y Sociedad de Venezuela informó que al menos 41 reporteros sufrieron ataques en el mismo período. La ONG Espacio Público detalló asimismo que hasta mayo se han contabilizado 149 violaciones a la libre expresión en Venezuela.
Ser periodista en Venezuela es complicado…. Si a eso le sumamos que es una profesión que es criminalizada por el gobierno, eso hace que sea más difícil.
—Tienes que tener mucho cuidado incluso con quienes te rodeas y la forma en la que hablas. Cuando de pronto crees que estás en una simple conversación con allegados, con personas de la calle, quizás con los vecinos, una charla que puede ser rutinaria para otras personas, para uno como periodista puede ser motivo de persecución porque no sabes quién te está escuchando y lo que puede hacer —afirma—. Puedes comentar cualquier cosa sobre alguna problemática de la comunidad y te pueden poner la vista, aunque no sepan ni siquiera cómo se hace el trabajo.
Tensión, nerviosismo, miedo, a la par de satisfacción por el esfuerzo. Sentimientos de impotencia y cansancio. Una carga laboral muy grande que no siempre es manejada adecuadamente. Responsabilidades familiares que le agobian. Erika enfrenta lo que muchos comunicadores. Llega un momento en que la simple voluntad no es suficiente.
El impacto psicológico y emocional
Proyecto Periodismo y Pandemia, una iniciativa de investigación colaborativa del Centro Internacional para Periodistas, publicó un informe en base al análisis de 1.406 encuestas. El trabajo de campo se desarrolló del 13 de mayo al 30 de junio de 2020. 70% de los encuestados señaló que lo más difícil fue el impacto psicológico y emocional de lidiar con la crisis de covid-19. 67% indicó que la preocupación económica fue una dificultad significativa, por delante de la carga laboral, el aislamiento social y el miedo a contraer el virus.
Tienes que tener mucho cuidado incluso con quienes te rodeas y la forma en la que hablas. Cuando de pronto crees que estás en una simple conversación con allegados… para uno como periodista puede ser motivo de persecución porque no sabes quién te está escuchando y lo que puede hacer.
“El estrés referido por los encuestados sin duda se vio agravado por el hecho evidente de que sus empleadores no los apoyaron adecuadamente, y no solo en el área de salud mental”, detalla el informe.
“Nuestra encuesta revela un panorama inquietante de periodistas agotados, atravesando crisis de salud mental y con un temor creciente a quedarse sin empleo”, señala.
“Se trata de profesionales que están expuestos a un gran riesgo por parte de empleadores negligentes que no les han facilitado equipos de seguridad esencial, al tiempo que reciben ataques de funcionarios políticos y otros actores que buscan desalentar la información crítica”, agrega.
Lucha contra la enfermedad y el cansancio
Se apresta a trabajar. Se sienta frente a la computadora, estira las piernas, acomoda el mouse y mira a la pantalla. Se conecta por WhatsApp y espera, espera y espera. La conexión de Internet no es lo suficientemente rápida como para trabajar cómoda y sin sobresaltos. Es así siempre, de lunes a viernes, también algún fin de semana si tiene guardia.
Son las 2:00 pm. A esa hora, Diana Delgado, periodista, jefa de cierre en El Nacional, un medio venezolano que transita con dificultades en el mundo online debido a las restricciones e ilegalidades del gobierno de Nicolás Maduro, empieza su jornada laboral. Antes ha echado una ojeada a Google, se pasea por Twitter, y anota en su agenda, un cuadernito gastado, en el que algunas páginas tienen manchas de café, lo que considera importante. Es la pauta. La distribuirá en los periodistas que están a su cargo.
A Diana, de 29 años de edad, no le agrada el trabajo en línea.
—En la elaboración del trabajo periodístico de mayor calidad no hay ámbito que sustituya a la sala de redacción — asegura.
Día a día lucha con la enfermedad y el cansancio. Durante los últimos dos años su cuerpo se ha resentido considerablemente. Tiene pendiente una operación. A veces siente que no puede.
—Tengo que bañarme con cariaquito morado porque no salgo de una.
Vulnerables
—Los periodistas son un grupo vulnerable —señala Byron Bustamante, licenciado en Psicología, docente investigador de la Universidad Técnica Particular de Loja, Ecuador, director del programa Periodismo Consciente, una iniciativa que cuenta con el apoyo de la Unesco, Fundamedios, en Ecuador, Instituto de Prensa y Sociedad, de Perú, y Medianálisis, en Venezuela, para evaluar el estado de salud mental de los comunicadores sociales.
Un estudio realizado en un primer momento solo en Ecuador, pero que está en proceso de replicarse en Perú y Venezuela, publicado en septiembre de 2021, dio cuenta de que uno de cada seis periodista sufre de frustración profesional y agotamiento emocional, 11,2% presentó sintomatología relacionada al trastorno de estrés postraumático, 7,7% riesgo de ansiedad e insomnio y 7% riesgo suicida.
“Los periodistas constituyen una población de riesgo, dada su exposición permanente a eventos que afectan a su salud física y mental como parte del personal de atención de primera línea. Esto obliga a pensar en la capacitación permanente de los periodistas para afrontar situaciones de riesgo, la necesidad de incrementar el acceso a servicios de salud mental junto con la gestión de programas de prevención de burnout y la promoción de buenas prácticas de salud ocupacional en los medios de comunicación en relación a estos temas”, señala el informe que analiza la situación de los periodistas involucrados en la cobertura de situaciones de emergencia.
Se trata de profesionales que están expuestos a un gran riesgo por parte de empleadores negligentes que no les han facilitado equipos de seguridad esencial, al tiempo que reciben ataques de funcionarios políticos y otros actores que buscan desalentar la información crítica”.
—Es algo esperado por todos los factores psicosociales que tienen en contra —explica Bustamante—. Los resultados de su trabajo no los manejan, ni siquiera el producto, que pasa por muchos filtros. El hecho de estar constantemente pendiente de las situaciones que suceden a su alrededor, hiperconectados a la información también los afecta.
Claudia Torres-Montesinos, docente investigadora que forma parte del proyecto, explica que intentan identificar necesidades de intervención primaria, pero también trabajan en cursos de prevención, sobre todo en lo relativo a estrés, síndrome del quemado y estrés postraumático.
Diana Rivera, decana de la Facultad de Ciencias Sociales, Educación y Humanidades de la Universidad Técnica Particular de Loja, detalla que el equipo de trabajo que dinamiza la investigación es de aproximadamente 10 personas.
—Este es un proyecto que vincula la academia con la sociedad.
The Self-Investigation
—Creamos The Self-Investigation al comienzo de la pandemia porque vimos una necesidad tremenda: los periodistas estaban bajo niveles extremos de estrés, siendo los primeros en responder a una situación sin precedentes que también los afectaba directamente —afirma Mar Cabra, cofundadora e instructora de The Self-Investigation, una fundación que ofrece formación en salud mental.
Han atendido a más 800 reporteros y editores de todo el mundo en inglés y español.
—Creemos que el periodismo requiere un cambio en la narrativa sobre lo que significa ser un buen periodista y la Academia es nuestra forma de promover un cambio sistémico hacia una cultura laboral menos tóxica en los medios —asegura—. En The Self-Investigation tenemos un mantra: tú eres tan importante como tu trabajo. Los periodistas tendemos a olvidarnos de que, además de profesionales, también somos seres humanos. Lo sé por experiencia: me quemé porque me tomaba más en serio mi trabajo que mi salud física y mental. El periodismo no puede seguir perdiendo talento, no podemos permitírnoslo en los tiempos tan complejos que vivimos.
“En cualquier momento iba a morir”
Luis De Jesús tiene varios trabajos. Como muchos periodistas hace lo que puede para sobrevivir. La profesión, el oficio para otros, es de las peores pagadas en Venezuela. Eso sí, se le exige al comunicador ser un referente, estar al día en todo y además manejar las nuevas tecnologías, si no se corre el riesgo de quedar rezagado.
—Ser periodista en Venezuela es estar seguro de que no hay garantías de nada. Las condiciones políticas y económicas, principalmente, han afectado el ejercicio de la profesión y las oportunidades de crecer en el área, de innovar y de generar contenido nuevo y que destaque, comenzando por las limitaciones propias de los medios de comunicación, impacto de la crisis económica, lo difícil que resulta la inversión en el crecimiento del talento humano y de los equipos o las dificultades para conseguir el financiamiento o los ingresos básicos/mínimos para que el medio pueda subsistir, ausencia de apoyo, así como las limitaciones extremas que se presentan por el contexto político: persecución, bloqueos, amenazas, hostigamiento por parte de las autoridades nacionales, el acceso a las fuentes.
Luis De Jesús tiene varios trabajos. Como muchos periodistas hace lo que puede para sobrevivir. La profesión, el oficio para otros, es de las peores pagadas en Venezuela.
Los primeros meses de la pandemia fueron difíciles, asegura Luis, pasar tanto tiempo en casa, sin nadie más, y con la incertidumbre de qué pudiera pasar en su entorno y en el país, donde las condiciones sanitarias están en extremo desamparo, hicieron que comenzara a tener ataques de ansiedad y pánico que ha aprendido a controlar con el tiempo y con ayuda profesional.
—Ha sido un proceso atípico, largo y quizá tortuoso en los momentos de ansiedad extrema. Como nos ha tocado a todos, supongo, me he adaptado a esas situaciones para superarlas, aunque no en su totalidad, sin mayores consecuencias negativas ni frustraciones. La pandemia, además de las consecuencias emocionales y mentales, tuvo una incidencia laboral que, al no saber cómo hacerlo, también generó consecuencias, aunque no todas negativas —cuenta.
Trabajar desde casa claramente ha tenido sus ventajas: no salir temprano a amargarse el día en el Metro de Caracas, en el autobús o con el ajetreo callejero, pero cosas como los cortes eléctricos y las fallas de Internet suponen mucho estrés porque impiden o dificultan el cumplimiento de las tareas.
—De eso debí aprender —asegura
El estrés, primero solo una molestia, derivó en colapsos físicos y mentales.
—Sentía dolores corporales, me enfermaba con frecuencia, había una constante de que estaba enfermo y de que, en cualquier momento inmediato, iba a morir —afirma.
Con el tiempo ha entendido que hay situaciones que no son posibles de controlar.
—Mejoré los espacios de mi casa donde trabajo y donde paso mayor tiempo, limité en lo posible el tiempo dedicado a los compromisos laborales, estoy aprendiendo a disminuir los niveles de estrés que se puedan presentar y dedicando mayor espacio a mis amigos y familia.
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