Universidades venezolanas en peligro de garantizar educación de calidad
En marzo, cuando se anunció el primer caso de covid-19, universidades públicas y privadas suspendieron sus clases. Algunas estaban por culminar semestre mientras que otras estaban a días de regresar a las aulas; sin embargo, ninguna pudo continuar con sus actividades.
Autoridades y docentes se reunieron y trabajaron a contrarreloj para tratar de elaborar un plan de contingencia que les permitiera −según era el caso− comenzar o cerrar el ciclo académico, pese a la deficiencia en los servicios básicos (electricidad e Internet) y la falta de recursos o dispositivos tecnológicos.
Durante los primeros cuatro meses de pandemia, estudiantes y docentes universitarios hicieron un gran esfuerzo para cumplir con las actividades. Todo a distancia y con los pocos recursos disponibles. Algunas instituciones lograron cerrar con “éxito” el semestre. Sin embargo, el escenario luego del periodo vacacional era incierto.
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El pasado 21 de agosto, Nicolás Maduro planteó un regreso a clases parcialmente presencial a partir de octubre en colegios y universidades, propuesta que rechazaron tanto educadores como estudiantes. Dos días después, informó en el programa Aquí con Ernesto Villegas que el Ministerio de Educación y el Ministerio de Educación Universitaria realizarían una encuesta para conocer la opinión de los venezolanos sobre el regreso a clases de manera presencial.
Tres semanas después, el 13 de septiembre, César Trómpiz, ministro de Educación Universitaria de Maduro, informó que 79% de los encuestados (más de 395.000 miembros de la comunidad universitaria del país, entre ellos estudiantes, docentes, trabajadores y autoridades) aprobó continuar con la educación a distancia, debido a que los casos de contagios diarios de covid-19 en el país no descienden, solo aumentan.
Finalmente, el mismo día Maduro anunció que el regreso a clases no sería presencial. En una transmisión por VTV desde Miraflores informó que tomó la decisión luego de revisar los resultados de la encuesta realizada a maestros y profesores, y tras “evaluar” las consecuencias del inicio de clases presenciales en otros países. “Sin lugar a duda, el regreso presencial a clases no es favorable para el control de la pandemia. Por eso no hay regreso presencial a clases en Venezuela y veremos si en enero de 2021 regresamos. He decidido el no regreso presencial a clases”, dijo entonces.
Aunque las condiciones de servicios básicos no son óptimas y la falta de herramientas tecnológicas representa un obstáculo para profesores y estudiantes, las autoridades universitarias tratan de elaborar una estrategia que les permita continuar con sus actividades, pese a las crisis que vive el sector universitario en el país que se ha agudizado con la pandemia.
Universidades públicas: se hace el intento
La pandemia afectó la dinámica de cada universidad, en mayor o menor medida, dependiendo de si eran instituciones públicas o privadas y si tenían experiencia o no en el tema de la educación a distancia. En el caso de la Universidad Central de Venezuela, Nicolás Bianco, vicerrector académico, indica que la institución tiene una amplia experiencia en la materia, que le sirvió para poder afrontar el reto en los últimos meses.
“Toda el desarrollo entre 2008 y 2020 permitió responder a una situación inesperada como es la pandemia y, particularmente, por el desarrollo gerencial y sistemático del vicerrectorado pudimos hacer, por primera vez, un enfoque de contingencia utilizando tanto el sistema de educación a distancia de la UCV como el Sistema de Actualización Docente (Sadpro). Ambos nos permitieron entrenar en las técnicas de educación a distancia a unos 3.000 profesores”, asegura Bianco.
Hay carreras que se acoplan, sin mayores problemas, a la modalidad de educación a distancia. Sin embargo, hay otras que requieren de la presencia de los alumnos para su buena formación, como Medicina, Odontología y Enfermería, entre otras. En estos casos, estas facultades, en su mayoría, continuaron solo con las materias teóricas. “Desde que empezó la pandemia algunas materias han avanzado de forma online, pero únicamente la parte teórica porque la práctica está paralizada. Aún no hay respuesta de cómo se va a manejar esa situación cuando retornemos a las aulas”, comenta María Gamboa, estudiante de cuarto año de Odontología.
En estos últimos meses, uno de los mayores problemas que han presentado tanto docentes como estudiantes de la UCV para continuar con las actividades han sido las fallas en la conectividad. Una consulta realizada el año pasado por el Observatorio Venezolano de Servicios Públicos (OVSP) en la que participaron 6.193 personas concluyó que 63% no tenía acceso a Internet. Este año, entre abril y mayo, otro estudio arrojó que 62,2% de los encuestados no contaba con un servicio con la suficiente capacidad para trabajar o estudiar a distancia. En septiembre, otro estudio determinó que sólo 34% de las personas cuenta con acceso al servicio de Internet en el hogar.
“Hay una población en la universidad que no tiene acceso a Internet o que, simplemente, vive en un lugar donde no tiene conexión. Por esa razón, hay una parte del estudiantado que no puede ingresar al campus virtual de la universidad, que ya tiene bastantes fallas por lo que hemos usado otras herramientas como Google Meet o Zoom”, agrega Gamboa, quien cree que se extenderá el año, que debería terminar en noviembre, para culminar con la teoría y, dependiendo de cómo transcurra el próximo, ver si se puede retornar a la universidad y finalizar con la práctica.
En el caso de los estudiantes de Sociología, tenían apenas mes y medio de haber iniciado clases cuando decretaron la cuarentena, por lo que estuvieron un mes paralizados tratando de coordinar con los profesores las estrategias que aplicarían para continuar con las clases. Desde entonces, algunos docentes optaron por enviar las asignaciones que definieron en el plan de evaluación por correo electrónico. La estudiante Mariandreina Montilla explica que apenas tuvo tres sesiones de clases de 45 minutos cada una para aclarar dudas. “Fue algo muy superficial, no es algo que te pueda satisfacer como estudiante porque el aprendizaje es muy escaso”, dice.
En la Universidad Simón Bolívar faltaban dos semanas para culminar el trimestre enero-marzo cuando se decretó la cuarentena en el país. Las autoridades pensaron que esta no duraría mucho y tenían planeado regresar al campus para concluir el trimestre. Pero cuando los contagios no hacían más que aumentar, la opción quedó descartada.
Pero tampoco era fácil migrar a lo digital. Gran parte de la oferta académica de la USB son carreras tecnológicas, en las que es obligatorio el uso de laboratorios como parte del proceso formativo. La decisión de las autoridades fue crear un período especial entre junio y julio, con 300 asignaturas que podían dictarse a distancia, pues la casa de estudios, a su favor, ya contaba con profesores familiarizados con la tecnología. Al menos 2.300 estudiantes de pregrado y posgrado participaron en esta iniciativa.
“Fue algo importante, sobre todo, por el carácter intempestivo. Lo armamos entre mayo y junio, sobre la marcha. Fue algo nuevo. Para hacer las inscripciones se diseñó todo un proceso que se asemeja a los que manejamos usualmente, pero todo a distancia, por lo que fue un reto que requirió mucho esfuerzo. Desde entonces continuamos con la capacitación de más docentes. Sabemos que el covid-19 es una situación que permanecerá en el tiempo”, explicó Cristian Puig, secretario de la USB.
Al finalizar este periodo de clases especial, la Universidad Simón Bolívar realizó una encuesta entre alumnos y profesores para evaluar el desarrollo de las asignaturas a distancia. El resultado, en líneas generales, fue positivo, comenta el secretario de la USB: “Por supuesto, hubo afectación por conectividad y fallas en los servicios, pero las clases se pudieron llevar a cabo. Aproximadamente 70% de los profesores pudo realizar actividades asíncronas, 90% de los estudiantes indicaron que utilizaron las estrategias y los métodos designados. Todo contextualizado en la situación país que tenemos, pero el periodo especial de clases pudo transcurrir y pudimos atender los objetivos académicos de las materias”.
Para Daniel Varnagy, profesor titular e Investigador del departamento de Ciencias Económicas y Administrativas en Universidad Simón Bolívar, la experiencia durante el período especial de clases también fue positiva, aunque agotadora. “Yo di una materia teórica en el doctorado de Desarrollo Sostenible, por lo que no tuve ningún inconveniente para adaptar el curso. Por supuesto, fue más denso y retador. Para mí fue exitoso y para mis estudiantes también”, afirma. Asimismo, reconoce que para todos no fue así: “Hubo distintos problemas: administrativos, financieros y técnicos. Me siento afortunado, pero muchos de mis colegas tuvieron dificultades”.
Si bien Varnagy pudo culminar su curso sin mayores problemas, las fallas intermitentes en la conectividad estuvieron presentes. Al principio, comenta, probaron con varias plataformas como Google Meet y Google Classroom, hasta que se decidieron por Zoom. “No era la plataforma preferida por la universidad, pero era la más funcional. Todos teníamos una cuenta personal, por lo que cada 40 minutos había que volver a abrir una sesión. Sin embargo, en ese tiempo la llamada se quedaba pegada, algunos estudiantes no se podían conectar porque no todos viven en Caracas, no todos tienen teléfonos inteligentes, computadora o buena conexión. Todo eso se sumó e hizo la experiencia muy rica, pero agotadora”.
Más allá de la capital, las fallas en los servicios básicos son mayores. Previo al confinamiento, desarrollar una dinámica de clases presenciales era cuesta arriba. Ahora que la única opción es a distancia, el panorama es desalentador. No todos los profesores y estudiantes tienen acceso a equipos tecnológicos o conexión estable.
Aun así, las universidades prepararon un plan para continuar o finalizar las actividades académicas. En la Universidad de Carabobo se decidió que las facultades que tuvieran adelantado 75% del programa podrían continuar con las evaluaciones a distancia para avanzar en el semestre, algunas pudieron hacerlo y otras no, explica el secretario de la UC, Pablo Aure.
El consejo universitario también aprobó establecer un “período académico especial”, precisamente para que las facultades que no pudieron terminar el semestre lo lograran.
Aure considera que en la UC no se ha diseñado un verdadero plan o estrategia para sortear las dificultades que enfrentan estudiantes y profesores para continuar con las actividades a distancia, debido a la falta de motivación y preparación del personal. “El principal obstáculo es que no hubo la suficiente familiarización con estos métodos de clases no presenciales, además del tema de los suelos y la falta de herramientas”, dice.
Por su parte, la Universidad del Zulia ofreció cursos intensivos y vacacionales a distancia en la mayoría de las facultades para dar continuidad de las actividades académicas, pese a las fallas eléctricas en el estado, uno de las más afectadas de Venezuela y que evidencia la encuesta del Observatorio Venezolano de Servicios Públicos (OSVP): 80,5% de los encuestados valoró negativamente el funcionamiento del servicio de energía eléctrica así como el de Internet fijo, que al menos la mitad indicó presenta fallas constantes.
Judith Aular, rectora de la Universidad del Zulia, indicó que la institución ya tenía experiencia en educación remota a través del Sistema de Educación a Distancia de la Universidad del Zulia (Sedluz), que desde hace años dicta cursos en todas las facultades. “Allí, por solicitud de los profesores, se hacen los cursos para la organización de aulas virtuales. Ellos manejan ciertas estrategias metodológicas para sobrellevar cualquier situación. De alguna manera, la mayoría de la universidad tenía conocimientos de estudios a distancia. Entonces, muchas facultades estaban preparadas, mientras que otras no, porque muchos de los equipos de tecnología ya están obsoletos y no hemos tenido presupuesto para comprar nuevos”, explica.
A las deficiencias en el servicio eléctrico en el estado Zulia, se sumó el problema económico: no todos los estudiantes y profesores podían cubrir los gastos de conectividad. Por esto, Aular elaboró un informe en el que detallaba las facultades que dictarían clases a distancia, la cantidad de datos móviles que la universidad podía pagarle a los profesores y una encuesta para conocer las condiciones de los estudiantes. Todo se envió al Ministerio de Educación Universitaria para solicitar apoyo y fortalecer los cursos intensivos; sin embargo, no hubo respuesta. “A parte de que no tenemos electricidad ni gasolina ni presupuesto y, además, tenemos una pandemia, no nos llega apoyo para ayudar a los alumnos y docentes”, lamenta.
Salarios insuficientes
Durante los 20 años que el profesor Daniel Varnagy ha dado clases en la Universidad Simón Bolívar ha visto cómo su salario se ha empobrecido. Cuando empezó en la institución como profesor asistente, en el año 2000, su sueldo equivalía a $348,7. Más adelante, en 2011, cuando era profesor asociado percibía $538,2. Actualmente, su ingreso mensual como profesor titular es de $4,24 al mes. “Quise reflejar la carrera académica y mostrar qué pasaba con el sueldo cuando uno iba ascendiendo, con todo lo que eso significa”, comenta a propósito del tuit que escribió con la información. “Mi pregrado es en Ingeniería, tengo una Maestría en Administración de Empresas, a parte del doctorado en Ciencias Políticas, de tal manera que para mí el tema financiero es fundamental”.
El 10 de septiembre, la Federación de Asociaciones de Profesores Universitarios de Venezuela (Fapuv) indicó que la reanudación de un nuevo período académico no era posible sin un salario suficiente, bajo ninguna modalidad. “En las actuales circunstancias de vulneración de nuestros derechos humanos, en las que el supuesto salario que se percibe en el mes no cubre ni siquiera la comida de un día, lo que constituye un atentado contra el derecho a la vida, y en las que el covid-19 se ha sumado al hambre generalizada y a la situación de colapso de las universidades que ya se tenía, los docentes universitarios estamos viviendo una verdadera tragedia”.
Asimismo, la Fapuv le exigió al Ministerio de Educación Universitaria la discusión con el gremio de nuevas tablas salariales, definidas en dólares, aunque se paguen en bolívares, y que el monto sea superior al costo de la canasta básica familiar definida por el Cendas.
Por su parte, Nicolás Bianco, vicerrector de la UCV, teme que disminuya la cantidad de profesores. Aunque la deserción no ha sido masiva, las condiciones son paupérrimas, dice. “De dónde se pueden sacar profesores que puedan sobrevivir con salarios como estos. No se puede”.
Universidades privadas: adaptación improvisada
Más allá de la crisis general de servicios básicos, la Universidad Católica Andrés Bello, la Universidad Monteávila y la Universidad Metropolitana, principales casas de estudio privadas del país, destinaron sus recursos a capacitar al profesorado, que ya tenía experiencia previa con educación a distancia. También se apoyaron en encuestas a la comunidad universitaria para conocer cómo percibían el proceso educativo e implementar mejoras en el siguiente periodo lectivo.
Las universidades Monteávila y Metropolitana estaban a mitad del curso o ya por finalizarlo. Ambas casas de estudio se apoyaron en las plataformas digitales disponibles que se popularizaron en estos últimos meses como Zoom y en la experiencia previa que tenían en la modalidad a distancia. “Las clases se pudieron completar, hay que decirlo, de forma improvisada, pero se pudo”, comenta Benjamín Scharifker, rector de la Unimet.
Por su parte, en la Universidad Católica Andrés Bello, pocos días antes de comenzar el semestre, las autoridades decidieron postergar el inicio de clases para capacitar a los profesores y preparar un plan que les permitiera adaptar el contenido a la nueva modalidad. “Tuvimos un mes de preparación, por eso nuestro semestre comenzó a finales de abril y terminó a principios de agosto”, dice José Virtuoso, rector de la UCAB.
En este periodo de tiempo, el Centro de Estudios en Línea de la UCAB se encargó de indagar en las herramientas y condiciones que docentes y estudiantes tenían a su disposición para así definir la estrategia que aplicarían en el semestre y, de ser necesario, ayudarlos. “Vimos que la mayoría tenía dispositivos inteligentes y acceso a datos; sin embargo, la universidad les permitió o les ofreció una serie de opciones para poder conectarse. Por ejemplo, a los profesores se les dio apoyo o bonos de conectividad”, indica Marysabel Suárez, directora del Centro de Estudios en Línea.
Además de las fallas de energía eléctrica y de conectividad, las casas de estudios encontraron algunas dificultades en el proceso de adaptar el contenido diseñado a la modalidad a distancia. Fue el caso de la UMA y la Metropolitana. Mientras que en la UCAB lo más complicado del semestre anterior fue continuar con el acompañamiento al estudiante. “La educación a distancia pone unos retos de acompañamiento que es muy difícil realizar por estos medios. Todo ese tema de la cercanía, la capacidad de preguntar, responder, conocer a tu profesor y relacionarte con tus compañeros. Prácticamente las relaciones entre estudiantes y docentes quedan bastante desdibujadas en este contexto, y es una falla muy grande porque la educación no solo es un proceso de transmitir información, es un proceso de diálogo y trabajo conjunto”, explica Virtuoso.
Ahora las universidades continúan en una modalidad a distancia, que, en la UCAB, la definen como “presencialidad remota”. “Creo que ninguna universidad en el mundo ha tenido tiempo para poder hacer un proceso de virtualización total, por eso la mayoría de las prácticas han sido esto que llamo presencialidad remota”, explica el rector.
El nuevo semestre inicia el 13 de octubre. El precio semestre varía para cada estudiante, pues depende de la cantidad de unidades de crédito que inscriba. La tarifa base por unidad es de 2.304.000 bolívares. En el caso de la Unimet iniciaron un periodo intensivo el 13 de septiembre, de acuerdo con el calendario académico. Y en la Universidad Monteávila, que tiene un régimen anual y semestral para pregrado, inició el 21 de septiembre: cuesta para alumnos nuevos, según su página web, 1.000 dólares de contado, con pago en bolívares a precio del dólar Dicom, o la posibilidad de pagar en cuotas.
Sin condiciones para regresar
Hablar de un regreso a clases presencial, tanto en universidades públicas como privadas, es casi imposible. Más allá de las constantes fallas en los servicios básicos, las cifras de contagios diarios por covid-19 no hacen más que aumentar: para finales de este año, la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales (Acfiman) proyecta que habrá aproximadamente 14.000 casos diarios en el país, según su último informe.
Aunque aún no hay condiciones sanitarias en Venezuela para regresar al campus, las universidades privadas preparan protocolos y medidas de seguridad para un eventual retorno. Sin embargo, por ahora descartan retomar las actividades de forma presencial hasta que los casos de coronavirus en Venezuela desciendan considerablemente. “El regreso tiene que ser progresivo, pensando en el bien de la comunidad universitaria”, señala Francisco Febres-Cordero Carrillo, rector de la Universidad Monteávila.
Por su parte, las universidades públicas, con o sin pandemia, no están en condiciones para regresar a las aulas. La carencia de servicios básicos, las deficiencias en la infraestructura, la falta de equipos e insumos, los bajos salarios del personal docente y, ahora, los contagios de covid-19 hacen que sea casi imposible hablar de un eventual retorno al campus.
Mientras tanto, la prioridad para estas instituciones es intentar culminar los semestres en curso antes para luego planificar los próximos. “No creo que ninguna universidad en este momento pueda garantizar la misma calidad de antes, nosotros quisiéramos que sí, pero en estas condiciones no hay manera. Estamos en tal grado de dificultad institucional y operativa, y hacemos todos los esfuerzos posibles, pero no podemos garantizar esa calidad”, finaliza Nicolás Bianco.
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