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Último Patiquín requiere la ayuda de todos los zulianos

Manuel Nelson Chirinos, conocido en el Zulia como el Último Patiquín de Maracaibo, atraviesa un duro momento por lo delicado de su salud y su avanzada edad. Está ingresado en el Hospital Coromoto, donde a sus familiares les preocupa la tardanza para que le sea practicado un estudio gastroscopio que determine el origen de un sangrado intestinal.

Su familia espera agilidad y prontitud en la orden que algún alto funcionario debe impartir en Pdvsa para que el seguro actúe y le sea realizado el estudio de sus vías digestivas. Lleva ocho días recluido en el principal hospital de la industria petrolera del Occidente venezolano.

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“No nos podemos quejar. Está muy bien atendido, excepto algunas fallas de suministro de medicamentos que es un poquito lento. No reponen el inventario inmediatamente, pero lo hacen. Y eso es lo importante hermano”, aseguró su hijo periodista Winael.

Nacido en Dabajuro, Falcón, Manuel Ramón Nelson Chirinos es descendiente de madre larense y padre trinitario a quien, junto con sus números hermanos, fue traído al Zulia donde la explotación petrolera atrajo a miles de trabajadores de otros países e islas caribeñas que al pasar el tiempo pasaron a formar parte de esta tierra bendita, donde tácitamente les fue otorgado un certificado de zulianidad.

En Maracaibo el personaje ícono de la Plaza Baralt laboró como enfermero durante más de 40 años en los hospitales del IVSS, Hospital Central, Hospital Universitario y finalmente en el Hospital Adolfo Pons, donde se jubiló a la edad de 65 años. Desde entonces continuó ejerciendo como practicante de medicina en la Plaza Baralt, donde ha sido reconocido por su elegante forma de vestir como el Último Patiquin de Maracaibo.

Según relata Willy, otro de sus hijo, todos los días su papá llegaba a la Plaza Baralt “ataviado de sombrero, chaleco o paltó con corbata combinada a su vestimenta a pesar del calor que hace en Maracaibo, pero para él no era motivo de dejar la elegancia a un lado, siempre como un “patiquín”.

“No repetía combinaciones, todas eran diferentes, ropa elaborada por sastres a la medida. De toda la colección, hoy en día conserva doce sombreros a los cuales les cambia las cintas para combinarlos con el pantalón o camisa y, un sin fin de estas prendas, que aún usa sin perder el glamour, destacando también el brillo y pulcritud en sus zapatos”.

Agencia

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